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Ética y estética de la piscina

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miscribo estas lineas a mano al costado de una piscina. No es una piscina, ni siquiera en particular: admito que es el símbolo definitivo del éxito, el ocio y la buena vida pero no puedo permitirme una (vivo en un edificio levantado en la época propia inmediatamente anterior al furor de los comodidades) y aunque la lectura de Bocetos de nataciónel libro recién publicado de la escritora canadiense Leanne Shapton, me anime a prometer que este año empiezo a nadar en este mismo club, y que el hábito se mantendrá aun en los días más oscuros y fríos, en el fondo sé que mi afición por la pileta se extinguirá con este enero.

 

El éxito se mide en litros de agua con cloro, según el libro de la canadiense Leanne Shapton.

 

“Me atraen las piscinas, todas, no importa lo pequeñas que sean o lo sucias que estén”, escribe Shapton en este libro inclasificable: es una memoria de sus entrenamientos adolescentes para llegar a ser nadadora olímpica, una taxonomía de los trajes de baño y un ensayo sobre las conexiones entre nadar y pintar, todo organizado alrededor de un monotema, la piscina. “Como siempre entrené en piscinas, estoy acostumbrada a ver cuatro lados y un fondo”, analiza: “Ante la ausencia de esa claridad me pongo nerviosa”. Es que Shapton, como tantos otros atletas de club, siente repelús por las aguas abiertas: el nadador de piscinas tiene un conocimiento del espacio acuático y una empatía con el elemento líquido que están dados por la existencia de límites. En la piscina, a diferencia del mar siempre taimado, uno se sumerge en un estado de suspensión mental, contenido por los bordes e impulsado veinticinco metros hacia adelante por la brazada y la patada, ir para volver y empezar otra vez: los que nadan mucho dicen que los pensamientos se organizan en cuartos o mitades de largo (o un par de largos para los más obsesivos). La piscina es un emblema del sacrificio, la rutina y la determinación, pero sus cuatro paredes encierran una paradoja: también es el epítome del dolce far nienteun permiso ante el bochorno o una evidencia de prosperidad.

 

es Bocetos de natación, Shapton describen con lujo de detalles algunas piscinas deslumbrantes que visitaron, como la Aussenbad, diseñadas por el célebre arquitecto Peter Zumthor en un hotel suizo. La indulgencia y el esfuerzo: si es cierto que el éxito puede medirse en litros de agua con cloro, la piscina se mantiene como un emblema potentemente material, tanto que cuando a los Beatles los acusaron de ser demasiado etéreos, se dice que Paul McCartney respondió : “Eso es un mito. A veces, John y yo nos sentábamos y decíamos ‘hoy vamos a escribir una piscina’”.

 

Publicado en La Nación

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