Lo primerísimo que aparece en la pantalla es un hashtag: #byNWF. Las iniciales son las del director danés Nicolas Winding Refina y en ese inicio ya se detectaron dos cosas: lo siguiente es una obra realizada por un autor y qué se invita a conversar sobre lo visto en redes sociales. Después, sí: tiros, líos y cosa gorda. Así comienza Muy viejo para morir joven, la serie de Prime Video que ya es la más inquietante de la temporada. Como en sus películas Manejar o Solo Dios perdona, NWF imagina ciudades con luces de neón, autos descontrolados y plantas de plástico que sirven de escenografía para la violencia desatada entre una policía corrupta de Los Ángeles y el narco mexicano, la mafia rusa o la yakuza japonesa. El anuncio de que no habrá segunda temporada confirmado que el espectador intuía: más que una serie, ésta es una película de trece horas.
Cada plano de Muy viejo para morir joven es tan deslumbrante que anima a la captura de pantalla para lucirlo como fondo de escritorio.
Los nueve episodios de noventa minutos promedio y un décimo de treinta, que funciona como epílogo y que tiene un título ambicioso: El mundo. Ahí todo termina (¿o comienza?) Porque cada capítulo está bautizado con el nombre de un arcano mayor del tarot, como El diablo o El mago, y se dice que la serie se puede ver en el orden de los episodios o en el orden en que aparecen esas cartas en el mazo (durante el último Festival de Cannes, NWF solo exhibió los episodios cuatro y cinco, para desconcierto del público) . Organizado en larguísimas escenas separadas por un fondo negro y con un antinaturalismo que explota las posibilidades del artificio, Muy viejo para morir joven es de una lentitud pasmosa pero hipnótica: una vez en trance, es imposible desatender los diálogos que revelan la crisis existencial de los personajes o las escenas nauseabundas donde las tripas salpican el vidrio de la cámara. Con su surrealismo para celulares, NWF encabezado un fenómeno actual: la televisión de autor. Como en la nueva Picos gemelos o Anima, cada plano es tan deslumbrante que anima a la captura de pantalla para lucirlo como fondo de escritorio.
"No es un programa de TV", definió el sitio IndieWire: "Es el futuro". Al director no le importa si la serie se ve en orden o desorden o si se capítulos salados porque cada uno funciona como una película independiente. “La televisión epísódica se diseñó cuando se emitió una vez por semana en un canal analógico”, dijo NWF y se solicitó: “¿Por qué debemos proteger las mismas construcciones narrativas de una época que ya no existe?”. Ponga play y déjese llevar: así en la magia del tarot como la televisión, y aunque todo parece ya visto, aún se puede barajar y dar de nuevo.
Publicado en La Nación
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