El ritmo frenético de la vida moderna ha hecho que muchas veces nos olvidemos de las pequeñas cosas que solían traernos tanta alegría. Para una mujer apasionada por los viajes y las experiencias únicas, el volver a subirse a un tren después de años fue más que un simple recorrido: fue el reencuentro con una parte de sí misma que había sido dejada de lado.La emoción que la invadió al ver cómo el paisaje pasaba rápidamente por la ventana fue indescriptible; su corazón se llenó de nostalgia, asombro y pura felicidad, dejando escapar lágrimas que eran una mezcla perfecta de gratitud y alegría infinita.