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La maquina de hacer chorizos

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Oinc, oinc. A la gorda le hablan con onomatopeyas: se llama Sara pero no le dicen Sarita sino Cerdita. Ella, su madre y su padre, dueños de la charcutería del pueblo chico, serán comparados con los tres chanchitos del cuento y el chico lindo le dirá: “No te voy a comer”. Es el drama de la gorda hasta que aparece un hombre misterioso, panzón prominente con vocación de matarife y ansias de vengador anónimo. La trama de Cerdita, la película española de terror que se estrenó en Paramount+, lo dejará satisfecho, o más que eso: nauseoso. Es que cocina a fuego lento una alegoría sobre el deseo emparentando los dos pecados capitales más similares, la gula y la lujuria, porque ambos intentan dar satisfacción a un mandato del cuerpo.

 

El cuerpo de terror en la adolescencia: “Cerdita”, la película española de terror que actualiza el género slasher.

 

Si la imaginación de Armando Bo hizo del matadero un escenario lúbrico y de su musa, Isabel Sarli, una metáfora fetichista de la carnaza argentina, la película de la madrileña Carlota Pereda refleja un cambio alimentario y erótico de esta época: va de la vaca al chancho. Aun no tocada por la gracia de Miss Piggy, Sara está a punto de descubrir su potencial corporal, pero antes sufre: va a la piscina municipal a la hora de la siesta para que nadie la vea en traje de baño, se da atracones de golosinas y aguanta las humillaciones de una flaca mala: “¿Te has echado novio, cerdita? ¿Cómo habláis entre vosotros, haciendo oinc, oinc?”. La llegada del verano supone un tormento para Sara: el horror corporal es el verdadero pánico de la adolescente y el vengador saciará sus deseos íntimos de venganza. En el terror rural, el pueblo es tan opresivo como el calor, las viejas cotillean sentadas en la vereda, todos conocen las cuitas del vecino ya la hora de la cena se come mirando el telediario. Entre morcillas y chorizos, la analogía cárnica conduce a la indigestión: todas esas vísceras que se desparraman con cada cuchillazo del vengador son casi idénticas a las que van a parar al plato (no la mire durante la cena aunque el menú sea vegetariano).

 

Antes de ser un largometraje celebrado, Cerdita fue un corto sobre las penurias de la misma Sara, con la piel y el cuerpo de la maravillosa actriz Laura Galán: con los cuchillos bien afilados de la carnicería de pueblo, el género slasher se impone a tajo limpio sobre el drama adolescente o la fábula iniciática. El bullying de los compañeros del colegio es inaguantable pero también la incomprensión de los padres, tan ajenos al tormento de su hija que, aun enterados del apodo porcino, la increpan con cualquier animalada: “¡No quiero oírte decir ni mu!”.

 

Publicado en La Nación

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