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Cómo dejar de “desarraigarse”, el comportamiento de autosabotaje que le impide florecer realmente
Published
7 meses agoon
Se necesita valor para hacer borrón y cuenta nueva.
En muchos casos, las personas luchan más por no poder cambiar que por cambiar con demasiada frecuencia.
Sin embargo, el desarraigo es un comportamiento de autosabotaje que con demasiada facilidad se disfraza de reinvención y revolución. Es un proceso que te mantiene siempre plantando y brotando, pero nunca floreciendo del todo.
Si cortaste conexiones cuando eras niño, pero también temías el conflicto que surgiría al tratar de rectificarlas, aprendiste que es seguro aparecer, pero no estar presente. Es seguro llegar, pero no instalarse. Está bien abrirse, pero no confiar totalmente. Para mantenerte seguro, aprendiste a permanecer siempre al borde de la fuga.
En tu vida adulta, esto creó el patrón de empezar de nuevo, luego retomar todo y empezar de nuevo.
Si sientes que estás siempre desarraigando tu vida y empezando de nuevo, no es porque estés en un camino de crecimiento profundo. Es porque estás en un camino de profunda evasión.
La verdad honesta es que si no podemos quedarnos y apegarnos a nada, hay una razón.
Esto sucede cuando no tenemos los mecanismos para afrontar las partes normales, necesarias pero incómodas de la vida. Estas partes son cuando la novedad de algo se desvanece hacia la normalidad; cuando la fase de luna de miel de una relación termina y ustedes tienen que navegar su vida juntos; cuando ya no puedas distraerte por tener que restablecerte en un lugar nuevo y finalmente tengas que empezar a ser quien eres.
Se supone que no debes construir una vida entera sólo para arrancarte la alfombra que tienes debajo y empezar de nuevo. Se supone que no debes reinventarte cada estación de cada año. Se supone que no debes llegar sólo a un cierto punto de intimidad y luego alejarte.
Se supone que no debes estar hablando constantemente de tus grandes movimientos, tu viaje de curación, tu crecimiento profesional, tus ambiciones… y nunca tener nada que mostrar a cambio.
Aunque no siempre es fácil, mantener el rumbo siempre vale la pena. Porque cuando nos quedamos, cuando nos quedamos quietos, cuando nos castigamos y cuando comenzamos a navegar por las partes más difíciles de la vida, comenzamos a cosechar los beneficios.
Mantenemos la seguridad y la estabilidad. Tenemos relaciones profundas y prósperas. Permitimos que nuestras carreras y amistades se eleven a nuevos niveles. Nos dejamos ver por nuestra pareja y sabemos lo que es ser amados verdaderamente por quienes somos, no por quienes pretendemos ser.
Al final, tienes que permanecer en un lugar el tiempo suficiente para que tu vida se arregle.
¿Significa esto que deberías quedarte atrapado en un lugar donde no quieres estar? Por supuesto que no. Pero si siempre te sientes estancado, si nunca estás contento, si nunca es lo suficientemente bueno, entonces tal vez el problema no sea la calidad de lo que te rodea, sino la fuerza de lo que hay dentro de ti.
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