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El amor con alguien que amo

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minfermos, exhaustos, locos o ciegos, y ni hablar de una palma peluda como la del Hombre Lobo: las advertencias contra los onanistas se pueden contar con los dedos de una mano. Si es cierto que casi todas las prácticas sexuales tienen sus defensores públicos y ya se debatieron en la televisión o la peluquería, la masturbación todavía es vergonzosa, incómoda y hasta inaceptable aunque sea, como dijo Woody Allen, hacer el amor con alguien que amo. es sexo solitarioel robusto ensayo recién publicado aquí, el historiador estadounidense Thomas W. Laqueur, doctor en Princeton y profesor emérito en Berkeley, reconstruye la historia cultural de la masturbación y documenta su transición, de actividad física a horror médico-moral.

 

es sexo solitario se reconstruye la historia cultural de la masturbación y documenta su transición, de actividad física a horror médico-moral.

 

Es raro que un fenómeno social tenga una fecha exacta de aparición, y este lo tiene: 1712. Ese año se publicó un libro que fue un bestseller inesperado, de autor anónimo y título insólito: Onanía; o, El atroz pecado de la autopolución y sus terribles consecuencias, indagado en ambos sexos, con consejos espirituales y físicos para aquellos que se han dañado con esta abominable práctica y una provechosa admonición a la juventud de la nación de ambos sexos.. Aunque aparece en el Génesis con la parábola de Onán, el hombre que preferiría sembrar su semilla en la tierra antes que fecundar a la mujer de su hermano muerto, la masturbación era una transgresión menor hasta el siglo XVIII: la exploración de un adolescente ocioso o la descarga de un monje célib. Con el nacimiento del buen salvaje Jean-Jacques Rousseau y el ascenso de la medicina como regente de la moral, la masturbación recibió la peor condena en tanto se instalaban las ideas de una economía corporal que repudiaba el desperdicio. El tema era tan candente que en el primer capítulo de Los viajes de Gulliverpublicado en 1719, el mismísimo Jonathan Swift se permitió la broma picaresca al escribir “Master Bates… Master Bates…” (pronúnciese en voz alta y notará la homofonía).

 

es Onanía…, el autoamor se condenó como una falla egoísta que no contribuía al mundo regido por una moral secular. “Ese desvergonzado esfuerzo por inventar una nueva enfermedad y al mismo tiempo ofrecer su cura a un precio exorbitante se volvió el texto fundacional de una tradición médica que se convertiría en uno de los pilares de la medicina del Iluminismo y que ayudó a crear la sexualidad moderna. ”, escribe el profesor Laqueur, que llega hasta el psicoanálisis de Freud y las olas del feminismo en su exploración de la ética del cuerpo. Una búsqueda rápida en Google delata que aquellas viejas admoniciones siguen vigentes. “Qué causa en hombres y mujeres y consecuencias”, es la pregunta más popular sobre la masturbación aunque ya nadie piense que uno puede terminar enfermo, exhausto, loco o ciego si dedica algunos minutos del día al sexo solitario.

 

Reservorio de la memoria erótica y la fantasía estimulante, el autoerotismo perdura como el último gran tabú de la época. La masturbación, que es la sexualidad definitiva del yo, plantea dilemas sobre el individualismo y la libertad y si es cierto que ninguna otra expresión sexual se desentiende tanto de las nociones de pareja, familia o herencia, también se la considera una actividad a plazo fijo. : un vicio privado que hay que abandonar cuando la adolescencia acaba.

 

Publicado en La Nación

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