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El horror del día después de ayer.

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miEl mundo acaba de volverse real en el instante exacto en que algo sale mal. Ahora. “La agradable turbulencia armónica de la vida cotidiana ha sido pisoteada con la potencia de una bomba atómica”, escribe el autor estadounidense Jeremy Robert Johnson en Susurros, su primer libro de relatos recién traducido al español, y concluye: “Estoy jodido”. Si la distopía se convirtió en un género de moda al imaginar los traumas de un futuro posible o probable, los textos de Johnson tienen una urgencia actual porque el horror (corporal o político, entre varios otros) ya es cosa del hoy: en la progresión natural del pasado al presente, lo suyo no es post-apocalíptico sino post-ayer.

 

Los relatos de Susurrosel primer libro traducido de Jeremy Robert Johnson, muestra el horror de un mundo plantado en el presente.

 

Un hombre se confecciona un traje de cucarachas para sobrevivir al fin del mundo, un nene sordo no llega a oír el eco de una explosión nuclear, un joven lleva la modificación corporal al extremo de quitarse el cerebro para ser famoso: en la ficción especulativa de Susurros, la realidad se tuerce ligeramente hacia el volantazo o el choque frontal. A los 45 años, Johnson fue comparado con Ray Bradbury, por la sensibilidad futurista, con David Cronenberg, por la fijación con el horror físico, y con Chuck Palahniuk, porque los dos se encuentran ahí donde el sexo se cruza con la violencia. “Es un escritor deslumbrante”, dijo Palahniuk: “En serio son cuentos asombrosos. Como lo mejor de Tobias Wolff. Mientras los leía, hicieron que el tiempo se detuviera”. En un limbo temporal impreciso, Susurros trae al presente los miedos que ayer se imaginaron para el mañana pero no hay invasiones alienígenas ni robots con afanes destructivos, apenas: la voluntad imperiosa del humano por romper lo que toca.

 

A falta de una mejor traducción, el género de Johnson es la literatura extraña (aunque “bizarro” en castellano signifique “valiente y arriesgado” y ni de lejos define las películas que veíamos en Sábados de súper acción): nacido en Portland, igual que Johnson, es una expresión de época que usa la sátira, el absurdo y el grotesco como crítica social con los recursos de la fantasía, la ciencia ficción y el terror. “Todo este tiempo ha estado infectando a aquellos con los que entra en contacto, deslumbrándolos con su disposición sádica antes de asentarse profundamente en el subconsciente. Cualquier esfuerzo para erradicarla es ahora demasiado tarde. El organismo se ha arraigado dentro de nosotros, donde floreció y se alimentó de nuestra curiosidad”, describió la revista Revisión de libros de Los Ángeles sin referirse al parásito que monopoliza el diálogo interior de una persona hasta controlarla totalmente, como el del último cuento de Susurrossino a la literatura extraña, esta mezcla de policial pulpahorror fantástico y apocalipsis ya.

 

Los relatos de Susurros están impregnados del “olor a nerviosas transacciones de drogas, asuntos inevitables, masturbación solitaria, atracones de comida chatarra que rocían el aire con fructosa y migas”. Una delicia. Cualquier día podría ser el último día en la Tierra y Johnson lo imagina como un trámite más en la rutina de una raza que nació para exterminarse aunque un loco quiera robarle a las cucarachas su condición de amortiguadoras de la radiación. Ahí donde vemos que la realidad se vuelve delirante, la literatura ofrece un bálsamo en la contradicción: es realismo irreal.

 

Publicado en La Nación

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