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‘Long Island’ deja al descubierto la universalidad del anhelo

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‘Long Island’ deja al descubierto la universalidad del anhelo

Portada de Long Island

A veces, el dominio que un personaje literario ejerce sobre su autor (¡y sus lectores!) es demasiado fuerte como para ignorarlo. Si bien muchas secuelas parecen intentos de ordeñar una fuente de ingresos, otras, como las novelas Olive Kitteridge de Elizabeth Strout, brindan un nuevo deleite.

Isla Grandela desgarradora continuación de Colm Tóibín de su querida novela de 2009, Brooklyn, Es el raro caso en el que una secuela es tan buena como la original.

Brooklyn, que se popularizó aún más con la película homónima de 2015 protagonizada por Saoirse Ronan, trata sobre una joven inmigrante irlandesa dividida entre su nuevo hogar y el antiguo en la década de 1950. Eilis Lacey, recientemente enviada a Estados Unidos por su familia en busca de mejores perspectivas, regresa a Enniscorthy en el condado de Wexford, su ciudad natal y la de Tóibín, para el funeral de su querida hermana mayor. Su madre, sola ahora que Rose está muerta, no quiere que Eilis se vaya. Pero Eilis no se atreve a decirle a ella (ni a nadie, incluido el hombre con el que entabla un romance) que está casada con un fontanero italoamericano que conoció en un baile en Brooklyn.

Isla Grande Retoma la historia de Eilis 25 años después, cuando se entera de que su marido, Tony Fiorello, ha dejado embarazada a una de sus clientas casadas, cuyo marido ha rechazado categóricamente al niño. Eilis también se niega rotundamente a tener nada que ver con el bebé. La familia de Tony, que vive codo con codo en un grupo de casas en Lindenhurst, Long Island, siempre ha visto a Eilis como una forastera. Para escapar de la tremenda presión de ellos para aceptar a este niño, Eilis decide ausentarse cuando nace el bebé y regresa a Irlanda por primera vez en más de 20 años. Ella hace arreglos para que sus dos hijos adolescentes, Rosella y Larry, se unan a ella a tiempo para el cumpleaños número 80 de la abuela que nunca conocieron.

Todos en Enniscorthy encuentran a Eilis profundamente cambiada, «como una persona diferente». No le cuenta a nadie por qué está allí, ni siquiera a su irritable madre, quien le hace saber a Eilis lo insultantes que considera los intentos condescendientes de su hija de arreglar su casa después de una ausencia tan larga.

Cuando Eilis pasa a ver a su ex mejor amiga, Nancy Sheridan, viuda desde hace cinco años, ninguna de las dos mujeres habla abiertamente de lo que está pasando en sus vidas. Nancy, que no quiere eclipsar la próxima boda de su hija, mantiene en secreto su inminente compromiso con Jim Sheridan, el dueño del pub a quien Eilis abandonó hace 25 años sin explicación alguna.

Ah, secretos. Tóibín, cuyo impecable oído capta el constante murmullo de chismes que corre por pequeños pueblos como Enniscorthy, también está muy en sintonía con lo no dicho. Esta prudencia ha sustentado durante mucho tiempo su ficción, incluyendo El maestro y El mago, en el que describió las vidas complicadas y la sexualidad cuidadosamente reprimida de los titanes literarios Henry James y Thomas Mann con elegantes matices.

Como siempre, la moderación narrativa de Tóibín aumenta la tensión y permite a los lectores llenar los espacios en blanco. Nos maravillamos de su habilidad mientras observamos a sus personajes en Isla Grande quedan atrapados en la elaborada red de información estratégicamente retenida y verdades parciales calculadas que les hace tejer.

Isla Grande comparte con El mago y colecciones de cuentos como La familia vacía una preocupación por el dolor del regreso del exiliado después de una larga ausencia. Pero mientras en Brooklyn, Las relaciones de Eilis con dos hombres muy diferentes separados por miles de kilómetros subraya el tema de un inmigrante que se encuentra a caballo entre dos culturas, Isla Grande la encuentra más profundamente arraigada en Estados Unidos. Anclada por sus hijos estadounidenses y su trabajo como contable, el futuro de Eilis no estaría en duda si no fuera por la situación con el bebé de Tony. Su posterior regreso a Irlanda provoca una atracción no entre países sino entre la razón y el romance, las obligaciones morales y lo que el corazón desea. Entre las muchas preguntas dignas de discusión que plantea esta novela: ¿Qué es peor, traicionar a alguien o traicionar tus sentimientos?

El retrato que Tóibín hace de Eilis es comprensivo, tanto en su fingimiento juvenil como en su decisión actual, que roza la intransigencia. Isla Grande la encuentra no sólo más madura sino también más segura de sí misma después de décadas de matrimonio, maternidad y de defenderse de sus intrusivos suegros. Sus imperativos (lo que ella siente que tiene que hacer, ya sea respecto del bebé no deseado o de su futuro) no son negociables. Cuando Jim habla de su tristeza por su abrupta e hiriente separación hace años, Eilis responde sin aparente remordimiento o simpatía: «Era como tenía que ser». Pero los cambios que contempla esta vez involucran a muchas personas y «muchas incertidumbres», que requieren tiempo para navegar.

Tóibín maneja estas incertidumbres y enigmas morales con exquisita delicadeza, zigzagueando hacia adelante y hacia atrás a través del tiempo para llegar a un clímax devastador. La tragedia de esta novela sobre la universalidad del anhelo es que, incluso 25 años después, Eilis, por decisiva que sea, todavía no tiene el control de su propia vida.

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