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Ultimo momento: el futuro no existe

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miEl futuro no existe. La máxima no está sacada de una consigna punk ni de un manifiesto nihilista: es razón pura. “El futuro no existe: nosotros solo lo imaginamos”, escribe el pensador brasileño Ailton Krenak en futuro ancestral, su ensayo recién publicado aquí y que desde el título ya plantea un oxímoron: ¿cómo es que el futuro puede ser ancestral si los ancestros están en el pasado? Según el autor, nacido en la región del valle de Río Doce, territorio del pueblo Krenak de la zona de Minas Gerais, el único futuro posible radica en el regreso al ayer: “Si hay un futuro a pensar, ese futuro es ancestral, porque ya estaba aquí”.

 

Con una visión humanista, Ailton Krenak revive la tradición del pensamiento amerindio pero actualizada a estos tiempos.

 

En plena admiración por Einstein en el furor de oppenheimer y con la posibilidad del multiverso explotada hasta el infinito en la cultura popular, Ailton explora la idea del tiempo circular, y no lineal, desde una aldea mineira: si es cierto que proyectar el futuro no exige nada de nosotros, porque el futuro siempre es una ilusión, entonces el mañana se convierte en un juego de azar. A veces, el futuro se insinúa apocalíptico; otras, se ofrece como una posibilidad de redención para los insensateces del presente y se cree que los problemas se solucionarán como en un acto de magia. “Lamentablemente, desde la modernidad, nos incitaron a insertarnos en el mundo de una manera competitiva”, escribe Ailton: “Y esa competitividad, estimulada durante siglos, terminó por formar un mundo de jugadores. Si el futuro resulta bien… ¡bingo!”. ¿Y si no? En su observación del desprecio de las ciudades por los ríos o de la educación moderna como un sistema normativo y represivo, se lamenta por la época: “Estamos viviendo, cada vez más, la proyección de futuros muy improbables, aunque sigamos prefiriendo esa mentira al presente”.

 

Con una visión humanista, Ailton revive la tradición del pensamiento amerindio (“andamos en constelación”, invita a sus pares del continente) pero actualizada a estos tiempos y de él se dice que reforesta imaginarios en un planeta invadido por el monocultivo de las ideas. Así, discute la razón occidental, se rebela contra el capitaloceno, un período histórico no canónico invadido por el ultracapitalismo, y defiende la posibilidad de la florestanía, un nuevo tipo de ciudadanía ecológica que considera la selva como un organismo vivo que es merecedor de sus derechos. A los 70, Ailton es uno de los más notables activistas del movimiento socioambiental y de defensa de los derechos de los indígenas desde hace medio siglo y su lectura resulta hipnótica: a través de cinco textos cortos, futuro ancestral es un librito con el volumen de un breviario que uno lee de un tirón mientras se conecta con una trama vital y se pregunta cómo naturalizamos que lo artificial invada nuestras vidas.

 

Para Heráclito, origen es destino. Para Ailton, mientras los humanos sigamos aceptando la condición humillante de consumir la Tierra, no quedará más destino que volver al origen. No es un juego de palabras. Mientras tanto, el pensador se debate en ensoñaciones cuando observa a un grupo de niños del pueblo Yudjá maniobrando una canoa en un río y el mayor de ellos, pleno de posibilidad de futuro, avisa a sus hermanitos que sigan remando: “Nuestros padres dicen que nosotros ya estamos cerca de cómo era antiguamente”. Todo pasa y todo vuelve.

 

Publicado en La Nación

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