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La sombra de una duda

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«MIs la primera vez que se inspira en usted para crear un personaje, ¿no?”. A veces, los peores disgustos nacen de las mejores intenciones. En su pastelería favorita, la señora March se queda tiesa cuando la empleada le pregunta si la protagonista de la última novela de su famoso marido, el señor George March, está basada en ella. es La señora Marchel libro de la escritora madrileña Virginia Feito, un comentario casual pulveriza la certeza de saberlo todo y desencadena la locura: la pregunta es inocente aunque, desde Madame Bovary para acá, algunas esposas no aceptan con ligereza que se las compara con una mujer de ficción.

 

En la novela La señora Marchla vida previsible de una dama acomodada muta en terror doméstico.

 

La vida previsible de una dama acomodada del Upper East Side neoyorquino muta en terror doméstico cuando se instala la sombra de una duda: se dijo que la obra de Feito se emparda con La señora Dallowayde Virginia Woolf, las fábulas sin moral de Patricia Highsmith o el terror claustrofóbico de Shirley Jackson, pero de todas las comparaciones que se hicieron la más sugerente es la que remite a las películas de Alfred Hitchcock, mi ídolo máximo, y eso alcanza para What La señora March se ganó un lugar en la lista caprichosa de los libros que hacen bien. En el universo de las referencias, también se la vinculó con la serie la ruina porque es innegable su potencia visual: Elisabeth Moss, la protagonista de El cuento de la criada, ya compró los derechos para interpretar en el cine a la señora March (“como personaje me parece fascinante, compleja y profundamente humana”). Aunque acá no se trate de descubrir el truco de un mayordomo taimado, las páginas finales tienen un vértigo tal que pueden obligar al lector a volver al principio para entender por qué desmorona a la señora March que se la compare con el personaje literario de su marido .

 

Porque ese personaje es una prostituta gorda, grasienta y sin autoestima que solo provoca repulsión en los demás. ¿Acaso puede la señora March, atildada y finísima casi hasta la locura, tener algo en común con una persona tan asquerosa? Si el espíritu del suspenso psicológico se resume en la figura del espejo rasgado, esta fábula se enfoca en la distorsión que devuelve una imagen hecha trizas: rubia y ligera como Moss, se intuye como una versión femenina de El Hombre Elefante. Y este descubrimiento, que tiene el peso de una epifanía, la conduce hasta la obsesión, la manía y la paranoia cuando sospecha que esas risitas ahogadas en el fondo de la sala se burlan de ella con la misma convicción con que un loco se convence de que el televisor le habla solo a él.

 

En un mundo donde todos parecen ostentar nombre propio, no hay oportunidad de salvación para la señora del escritor. Entre la fábula de terror y la sátira de costumbres, el libro de Feito se convirtió en un fenómeno universal, convertido a varios idiomas, subastado para Hollywood, vendido en decenas de países. Y levantó tanta espuma que la crítica dijo lo que espantaría a la pobre víctima del pánico social: “Todo el mundo habla de La señora March”.

 

¿Y el café?

El drama de la señora March se desata cuando va a comprar pan de aceituna a su pastelería favorita del Upper East Side. Justamente, el último furor cafetero en Nueva York es el espresso con aceite de oliva: inspirado en una costumbre mediterránea, el café de siempre se saboriza con aceite extra virgen de la región de Partanna, en Italia. El engendro se llama Oleatos y además puede llevar leche de avena, infusión de vainilla o jarabe de avellanas. Lo probe. Se siente untuoso y cae algo pesado, aunque no tuve ningún apuro: muchos bebedores se quejaron porque después de la ingesta no llegaron a tiempo al baño…

 

Publicado en ADN+

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