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La amenaza de ser una persona mejor.

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min las selvas amazónicas del Perú le dicen “la medicina”: es la ayahuasca, la droga antiquísima hecha de lianas y plantas. La “medicina” toma la forma de un espíritu con nombre femenino (“la Madre”) y sopla al oído, o dicta al corazón, un rosario de verdades. Y el que escucha es Leone, el protagonista ítalo-argentino de La Nueva Tierrala última novela del escritor milanés Sebastiano Mauri, recién publicada aquí. Si el subtítulo anuncia “un viaje chamánico en busca de la propia identidad”, Leone recuerda el camino del héroe porque sale de la selva muy distinto de cómo había entrado y una sospecha le da sentido a la travesía: “Tengo la impresión de que la ‘medicina’ quiere que yo sea una persona mejor”.

 

Una novela de aventuras interiores en la que un ítalo-argentino recorre el camino del héroe en medio de la selva amazónica.

 

La historia de Mauri es para un folletín itálico. Su padre, Achille, fue director de la editorial Messaggerie Italiane y amigo y editor de Umberto Eco, entre otras mil cosas, y estaba casado con Diana, una mujer argentina; su tío, Fabio, fue artista de culto y amor platónico de Pier Paolo Pasolini; su tía, Susana, fue la mujer que recibió la carta en la que Pasolini asumía que la mayor felicidad de su vida era “ser comunista y homosexual” y que se presentó como su novia cuando el partido lo echó por gay. A los 53 años, Sebastiano tiene un currículum rocambolesco: es artista plástico, director de cine, ensayista y novelista, vivió entre Milán, Nueva York y Buenos Aires. La extranjería es evidente en La Nueva Tierradonde Leone, su alter ego confundido, llega hasta un retiro en la selva convocado por una prima y es recibido como “pasajero”, el nombre que se les da a los huéspedes. En su acepción ambigua como sinónimo de lo que sucede y lo que se va, la moraleja se anuncia rápido: todo pasa.

 

“Los daños que causamos tienen el poder de sobrevivir por mucho más tiempo que nosotros”, piensa Leone nomás llegar a Iquitos, la entrada a una selva sepultada en basura de todos los colores. Para el héroe, este viaje chamánico devela los machos de la época: la catástrofe climática, la masculinidad tóxica, el desprecio hacia las culturas ancestrales, la alienación mental, la carrera enloquecida por el consumo… Un analista de gráficos diría que la suya es una en “U”: la experiencia con la “medicina” lo desalienta al punto de creer que no hay futuro, que vamos directo evolución hacia la destrucción, que ya no se puede hacer nada. “Tenés que dejar los no atrás si quieres tener un impacto positivo en el mundo”, le susurra la Madre derechito al alma: “Estás agregando negatividad a la negatividad. No hacés más que aumentar la bilis del planeta. Estás lleno de veneno”. Al final, como una pila que se da vuelta, Leone cambia de polo y entiende que debe volverse positivo.

 

es La Nueva Tierrala ironía del narrador gambetea la vulgata hippie aunque hable de la armonía entre los elementos, la relación con el ambiente, las heridas del pasado o los temores del futuro. El lector puede sumarse al viaje sin tomar una sola gota de ese líquido que es “una mezcla de barro estancado, algas podridas, fruta fermentada y piel del intersticio de los dedos de los pies”. La “medicina” hace lo suyo sobre el papel y la elipsis cierra un círculo vital: si no se puede hacer daño a los demás sin hacerse daño a uno mismo, tampoco se puede hacer el bien a los demás sin volverse alguien mejor.

 

Publicado en La Nación

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