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Para una película violenta, ‘Boy Kills World’ cuenta con un mensaje antiviolento

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Para una película violenta, ‘Boy Kills World’ cuenta con un mensaje antiviolento

Cuando se trata de películas originales, es difícil encontrar algo que supere a Moritz Mohr. Niño mata al mundo en 2024. Parte John mecha, en parte el malvado sentido de la sátira de Quentin Tarantino y un montón de sangre falsa, esta historia de venganza sobre Boy (Bill Skarsgård) persiguiendo a Hilda Van Der Koy (Famke Janssen) por matar a su familia es un gusto adquirido. Sin embargo, a pesar de la violencia que se manifiesta, Niño mata al mundo alberga un fuerte mensaje contra la violencia que se esconde detrás de toda la acción brutal que se muestra.

Tenga cuidado: spoilers más adelante.

Varios malos sienten que Hilda Van Der Koy fue demasiado lejos.

No es inusual que los soldados de infantería cambien de lealtad en una película, especialmente cuando sus pellejos están en juego. Sin embargo, en Niño mata al mundo, dos antagonistas destacados, que están relacionados con el malo supremo, le confiesan a Boy que Hilda ha durado demasiado y quieren que se detenga el reinado del terror. El primero en aparecer es Glen Van Der Koy (Sharlto Copley), quien ofrece su ayuda a Boy y Basho (Andrew Koji) para localizar a Hilda. Claro, su ayuda no dura mucho después de que Basho, sin saberlo, le deja caer un tornillo de banco en la cabeza (y su giro como títere es cuestionable aquí), pero lo que cuenta es el pensamiento, ¿de acuerdo?

Más adelante en la película, Gideon Van Der Koy (Brett Goldman) se lamenta de que los eventos anuales de Culling no sean más que masacres glorificadas. A pesar de que Gideon también jugó un papel en toda la violencia, reconoce que es necesario detenerla. Esencialmente, le brinda aliento y herramientas a Boy para terminar con esto de una vez por todas.

Lo sorprendente del giro en el comportamiento compartido de Glen y Gideon es la autoconciencia de cómo la violencia no ayuda. Si bien sin duda se han beneficiado de la sed de sangre de Hilda y disfrutan de un estilo de vida acogedor, son muy conscientes de que esto no beneficia a nadie a largo plazo. Llegaron al punto en que ya es suficiente.

La violencia engendra violencia en ‘Boy Kills World’.

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El mayor giro en Niño mata al mundo tiene lugar cuando se revela que Boy asesinó a la familia del chamán (Yayan Ruhian) y no es otro que el hijo de Hilda. En lugar de que el chamán matara a Boy, le lavó el cerebro y lo convirtió en un asesino para vengarse de los Van Der Koys. La revelación lo cambia todo, pero resalta algo importante aquí: la violencia sólo engendra violencia cuando las personas heridas lastiman a otras personas.

Cualquiera puede identificarse con la ira del chamán. Vio cómo mataban a toda su familia. Sin embargo, Boy también es víctima de violencia ya que es Hilda quien lo obliga a cometer el acto. Sintiendo dolor, Shaman se compromete a disolver los recuerdos de Boy y convertirlo en su arma de guerra. Sin embargo, al final, esto no trae de vuelta a la familia de Shaman. Todo lo que hace es destruir a otro niño en su búsqueda de venganza.

De manera similar, Boy necesita enfrentarse a la comprensión de su propia complicidad en el asesinato de la familia del chamán, además de ser programado para convertirse en una máquina de matar. Está claro que las constantes alucinaciones de Mina (Quinn Copeland) son un reflejo de su conciencia que le grita, pues entiende que la violencia no es la solución. En el fondo, sigue siendo un niño destrozado por la crueldad de quienes lo utilizaron como peón.

Boy y Mina finalmente eligen un camino diferente.

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No se equivoquen al respecto, cuando Boy y Mina/June27 (Jessica Rothe) descubren la verdad, se ven obligados a arañar, arañar y cortar para sobrevivir. Desatan un nivel de violencia que probablemente ninguno de los dos haya experimentado antes, tanto contra Hilda, sus guardias y el chamán. Al final, entienden que son libres y capaces de vivir sus vidas como elijan. Es una oportunidad para que rompan el ciclo y elijan nuevos caminos a seguir.

Mirar retrospectivamente todos los cadáveres a su paso sirve como recordatorio de cómo la violencia no cambió nada y trajo dolor a todos. El único momento en que se sienten diferentes –vivos– es cuando se dan cuenta de que se tienen el uno al otro una vez más, cuando pueden compartir sonrisas y recuerdos. Moraleja de la historia: Elige macarons, no armas.

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